Algunos de vosotros nos habéis descubierto en nuestros directos de Pompas en el sofá, y habéis visto ese ratito, en el que compartíamos algunos de nuestros números, algunos en estreno, y lo disfrutábamos mucho, sobre todo el saber que había alguien al otro lado, y existía un feedback. Diferente al habitual, pero estabais ahí. Era una sensación extraña, pero bonita.
Ahora me reencuentro con alguno de vosotros y recordamos juntos, grandes momentos virtuales que hemos compartido. Y muchos me decís: “vaya la que liabas en casa”
Pues amigos…no sabéis cuanto la liaba…
Pero esto me sirve para contaros lo que hay detrás de un espectáculo, o de un simple número, en un teatro, en un espectáculo de calle.
El espectador llega a una sala, o a un parque y se prepara para disfrutar de ese tiempo en el que el artista le brinda todo lo que tiene. Sin preparación, sin preocupación, el espectador ahí está. Dispuesto a ver, oír, sentir, reír y emocionarse. Pero… como llegó hasta ahí ese “loco”, que está ahí delante.
Os voy a contar como fueron los directos durante el confinamiento, para que os deis una idea de Todo lo que no se ve. Otro día, si no os aburrí antes, os cuento de uno de los de teatro o calle. Pero ahora volvamos a todo lo que no se vio de Pompas en el Sofá primero, en el Salón luego, (cuando ya me vine arriba).
Un directo comenzaba bastante antes de conectarnos. Digamos que unos días antes, cuando decidíamos que día haríamos la conexión. Entonces empezaban los ensayos y pruebas, elegir que podía quedar mejor, que se apreciaría más en este nuevo formato. Y he de decir, que un ensayo nuestro por pequeño que sea, nos lleva un buen rato de preparación, y uno bastante más largo (y pesado), que es el de recogida, secado y limpieza del material.
Una vez que probábamos, elegíamos que números entrarían ese día, (hablo en plural, porque decidíamos entre toda la familia, incluso las niñas. Bueno, en especial las niñas. Que se convirtieron en protagonistas, a su manera cada una en algún momento, pero eso puede que nos dé para otro post.) Hecha la selección ya solo nos quedaba esperar el día y empezar… Ojalá fuese tan fácil.
El mismo día, en que emitiríamos Pompas en el Salón, ya desde por la mañana, comenzaba a preparar el salón, y probábamos mezclas, y revisábamos los números, otra vez. Y de repente surgía un:” y si en vez de hacerlo así, hoy hago este pequeño cambio a ver que tal queda”. Y vuelta a ensayar.
La verdad es que nos ha venido muy bien, este formato para enseñar y practicar cosas nuevas, recuperar algunas olvidadas, y probarlas con público, ver cuales funcionaban mejor, aunque no podíamos ver vuestras reacciones, peor a pesar de eso, ha sido una gran experiencia.
Un par de horas antes del inicio, comenzaba a preparar la parte técnica, (que fue mejorando con la experiencia), cámara, luces, sonido, e imprevistos, por supuesto. Como por ejemplo, el día que minutos antes de comenzar, uno de nuestros artilugios estrella decidió que era su final. Hubo que readaptar sobre la marcha. OS aseguro que no fue fácil Para el siguiente, conseguimos (en pleno confinamiento), que alguien nos dio una solución, ¡un aplauso para ella! Para que luego, el día que estrenábamos Cuentos del Jabón, donde el humo era bastante protagonista, en el último ensayo de la noche anterior volviese a fastidiarse. Y comencé a crear o intentar, crear otras formas de hacerlo. Funcionaban algunas, poco estilosas, con dudosa efectividad. Llegamos a pensar en que no podríamos hacerlo ese fin de semana. Pero otra vez, conseguimos, que nos echara una mano, otra vez, una pequeña gran tienda de Lugones. Y ahora sí, ya no fallaría más.
A lo que íbamos.
Ahora sí. Dábamos al play y a rodar. A compartir esa media hora o lo que fuera. Esos minutos antes de empezar donde nos saludábamos, veíamos quien entraba, eran bonitos, cercanos. En algún momento dudé, si hacíamos los directos por el espectáculo en sí, o por vivir esos momentos de contacto, cercanía, y de sentirnos arropados. Y allí íbamos, a dar todo lo que habíamos preparado. Y a veces, hasta más.
A veces con las apariciones espontáneas de la más peque, que dieron una cuota de tensión por momentos, de frescura en otros, pero que al fin y al cabo, para ella era papá, en el salón de casa jugando con pompas. Yo quiero. Y así, entre todos, hacíamos lo que llegaba a vosotros.
Pero una vez acabado, y con la adrenalina de haber compartido esos momentos, tocaba lo peor. Recoger.
Pero eso, iba a tener que esperar. Porque era el turno para ellas. Las peques. Muy tentador todo. Jabón, suelo enmoquetado, los juguetes de papá, música. Así que comenzaba un nuevo show. El de ellas, imitándome. Os podéis imaginar como quedaba el salón. Pero ellas, felices, así que valía la pena.
Ahora sí, una hora después. Retirar mezclas, limpiar, secar, recoger, quitar moqueta, volver a secar, guardar. Y cuando nos dábamos cuenta habían pasado casi tres horas desde que dimos al botón rojo que nos unía a vosotros.
De esta manera quería contaros todo lo que no se ve, por ejemplo, en estos pequeños espectáculos. Y a esto le sumamos las horas y horas de creación, de prueba y error, de conseguir materiales, fórmulas. No es una queja, porque es algo que disfrutamos haciendo, y que nos hace feliz, cuando por fin podemos enseñarlo, y compartirlo con vosotros.
Quería contaros esto, para que, la próxima vez, que vayáis a ver un espectáculo, de lo que sea, pensar en que esa persona que está ahí, dando todo lo que tiene, lo está haciendo por vosotros, para vosotros, no durante ese momento, sino desde mucho antes, y hasta mucho después de que hayáis marchado.
Espero que pronto, volvamos a encontrarnos en un escenario, para poder volver a dar todo de mí, para vosotros, por vosotros.
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